Si bien en los últimos años la formación online ha crecido con fuerza, haciéndose más accesible, flexible y variada, también ha aparecido una pregunta que sigue sin una respuesta clara: ¿por qué tantos alumnos abandonan antes de terminar?
Las cifras de deserción son altas en casi todos los formatos digitales. Y no, no se trata solo de falta de interés o disciplina. Detrás del abandono hay razones que tienen más que ver con lo humano que con lo tecnológico.
Estudiar a distancia suena cómodo, pero puede ser duro si nadie acompaña. Sin alguien al otro lado, todo recae sobre el alumno. Y cuando hay dudas, cansancio o desánimo, sin apoyo, es muy fácil dejarlo pasar. Por ello, en ese contexto, la figura del tutor no es un complemento, es una necesidad.
La tutoría no solo ayuda al alumno a avanzar; también le recuerda que no está solo. Que alguien sigue su progreso, le escucha y le orienta.
En este artículo vamos a analizar cuales son las funciones cumple el tutor en entornos digitales, qué modelos de acompañamiento funcionan mejor según el tipo de curso, y qué buenas prácticas ayudan a que los estudiantes se involucren y terminen los cursos que empezaron. ¡Sigue leyendo!
¿Por qué abandonan los alumnos en la formación online?
Imagina a alguien que empieza un curso online con ganas. Tiene interés por el tema, ha encontrado tiempo para apuntarse y cree que podrá compaginarlo con su día a día.
Las primeras semanas entra con frecuencia, ve los vídeos, toma apuntes. Pero poco a poco algo cambia. Un día no entra. Al siguiente, tampoco. Lo va dejando. Sin darse cuenta, abandona.
Esto no es un caso aislado. Pasa con miles de personas cada día. Y no es solo por falta de interés, sino por una mezcla de motivos que tienen más que ver con cómo se siente el alumno que con lo que se le enseña.
Una de las razones principales es que estudiar online puede ser muy solitario. No hay aulas ni compañeros cerca. No hay un tutor que pregunte cómo vas ni alguien que te dé un empujón cuando flojeas. Todo depende de ti. Y esa autonomía, que suena tan bien en teoría, se convierte en una carga cuando no hay apoyo.
Si tienes un mal día, nadie lo sabe. Si te pierdes en un tema, no hay nadie que lo detecte. Así, el alumno empieza a desconectarse, primero emocionalmente y después del curso en sí.
También influye mucho la rutina. Muchas personas se apuntan a un curso pensando que encontrarán tiempo, pero la realidad se impone: trabajo, familia, imprevistos. Como no hay horarios fijos, se deja para después. Y ese “después” se repite hasta que se convierte en abandono. Además, si el curso no engancha desde el principio, si los contenidos no resultan útiles o cercanos, el alumno pierde el interés.
En formación online, mantener la atención no es fácil, y si no hay nadie que la alimente, desaparece. Y luego está la parte más invisible: la falta de conexión humana. Un simple mensaje de ánimo o una respuesta rápida a una duda pueden marcar la diferencia. Cuando un alumno siente que alguien al otro lado le escucha, se implica más. Pero cuando no hay nadie, cuando todo parece automatizado o impersonal, es fácil pensar que no pasa nada si dejas de entrar.
Porque, al fin y al cabo, nadie lo notará. Y si nadie lo nota, ¿para qué seguir?
La tutoría como respuesta pedagógica y estratégica
En la formación online, muchas veces se habla de tecnología, de plataformas, de contenidos. Pero hay algo más que eso. Algo que no siempre se ve en los catálogos ni en las estadísticas, pero que marca la diferencia: la figura del tutor. Esa persona que está ahí, detrás de la pantalla, acompañando, guiando y sosteniendo al alumno.
El tutor es, en cierto modo, el hilo que une al alumno con el curso. Da contexto, marca el ritmo, interpreta lo que pasa. Cuando el estudiante se siente perdido o desmotivado, el tutor puede reconducir la situación. A veces con una simple pregunta: “¿Cómo vas?”, “¿Necesitas algo?, o con un mensaje claro: “Te estoy siguiendo», «Vas bien, no aflojes”. Son gestos pequeños que humanizan el proceso.
Más allá del plano emocional, la tutoría también cumple una función estratégica. Permite detectar quién necesita ayuda antes de que sea tarde. Ayuda a interpretar los datos que ofrece la plataforma: no se trata solo de saber que alguien no entra al curso, sino de entender por qué y actuar. Además, permite personalizar la experiencia sin depender de sistemas automáticos.
El tutor puede adaptar el lenguaje, los mensajes y el apoyo según el perfil de cada alumno. Puede hacer que la formación se sienta más a medida.
La tutoría en e-learning no es un añadido, ni un lujo. Genera confianza, marca un ritmo y ofrece acompañamiento en un entorno donde donde es fácil perderse o desconectarse.
Funciones del tutor en entornos virtuales
El papel del tutor online no se limita a “estar ahí”. Su función va mucho más allá de resolver dudas o corregir ejercicios. En entornos virtuales, actúa como guía, como referencia, como figura de apoyo constante. Su presencia da estructura y sentido al aprendizaje. Y aunque cada curso puede requerir matices distintos, hay algunas funciones que son clave para que la experiencia formativa tenga continuidad y calidad.
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Acompañar de forma personalizada: No todos los alumnos tienen las mismas necesidades. El tutor debe saber adaptar su forma de comunicarse y de orientar según el perfil, el ritmo y el contexto de cada estudiante.
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Detectar señales de abandono o bloqueo: Un alumno que deja de entrar, que no entrega tareas o que responde con desgana puede estar perdiendo el hilo. El tutor debe estar atento a estas señales y actuar con rapidez para recuperar el vínculo y ofrecer soluciones.
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Dinamizar la participación: La motivación no siempre viene sola. El tutor puede lanzar preguntas en foros, proponer retos, comentar intervenciones o simplemente dar visibilidad al esfuerzo del grupo.
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Ofrecer feedback útil y cercano: Corregir tareas no es solo poner una nota. Es una oportunidad para enseñar, reforzar lo aprendido y mantener el interés. Un buen feedback orienta, motiva y demuestra que el alumno no está solo ante la pantalla.
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Facilitar la conexión entre los contenidos y la realidad del alumno: El tutor puede ayudar a aterrizar los conceptos del curso en situaciones concretas, prácticas, relacionadas con el día a día del alumno.
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Ser puente entre el alumno y el sistema formativo: Si hay problemas con la plataforma, dudas sobre la evaluación o cualquier dificultad externa al contenido, el tutor actúa como mediador. Su labor es evitar que lo técnico o lo administrativo se conviertan en una barrera para seguir aprendiendo.
Modelos de tutoría efectivos en e-learning
No hay una única forma de tutorar en formación online. El modelo más adecuado depende del tipo de curso, del número de alumnos, de la duración, del perfil del estudiante… Lo importante es que la tutoría esté pensada desde el primer momento y no como un añadido de última hora. A continuación, repasamos algunos modelos que han demostrado ser eficaces y que pueden combinarse según las necesidades.
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Tutoría individualizada: El tutor se relaciona directamente con cada alumno, de forma personalizada. Ideal para cursos con pocos participantes o con necesidades específicas.
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Tutoría grupal o por cohortes: Un tutor acompaña a un grupo de alumnos que avanzan al mismo ritmo. Se crean dinámicas compartidas, espacios de colaboración y sensación de comunidad.
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Tutoría rotativa o compartida: Varios tutores se reparten el acompañamiento, ya sea por turnos, por bloques temáticos o por grupos de alumnos.
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Tutoría automatizada con refuerzo humano: Se utilizan sistemas de mensajes programados, alertas y respuestas automáticas para las gestiones más básicas. El tutor humano entra en momentos clave: para motivar, resolver dudas complejas o intervenir ante señales de abandono.
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Tutoría por pares o mentoring entre alumnos: Algunos cursos promueven que estudiantes con más experiencia o recorrido acompañen a quienes están empezando. No sustituye al tutor profesional, pero refuerza la comunidad y genera vínculos positivos.
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Tutoría centrada en hitos: En lugar de estar presente de forma continua, el tutor interviene en momentos estratégicos del curso. Es útil para cursos cortos o muy estructurados.
Buenas prácticas para fortalecer la retención en la formación online
Retener al alumnado en un curso online no depende de una sola acción, sino de un conjunto de decisiones. Para lograrlo, es fundamental actuar desde el diseño del curso, pero también durante su desarrollo y cierre. La tutoría juega un papel central, pero no puede trabajar sola.
El momento en que un alumno entra por primera vez a la plataforma es crítico. Si no entiende cómo funciona, si no sabe por dónde empezar o si no recibe un mensaje de bienvenida claro, la motivación se diluye rápido. Por eso, el onboarding debe estar cuidado al detalle: mensajes simples, instrucciones claras, una presentación del tutor y una idea de qué se espera en las primeras semanas.
Durante el desarrollo del curso, mantener el contacto frecuente es esencial. Hay que generar una presencia constante a través de notificaciones, recordatorios de tareas y mensajes personalizados cuando alguien se queda atrás. El seguimiento debe ser sistemático, pero también humano.
Las plataformas pueden avisar de que alguien no entra desde hace días, pero es el tutor quien debe decidir cómo intervenir y con qué tono. A veces, una pregunta sencilla (“¿Todo bien?”) puede recuperar a un alumno que estaba a punto de dejarlo.
Por último, es importante que el alumno sienta que está aprendiendo algo que le sirve. Esto implica conectar los contenidos con su realidad, proponer actividades aplicables, ofrecer ejemplos cercanos. También implica reconocer su esfuerzo, dar feedback útil y celebrar los avances, por pequeños que sean.
La retención mejora cuando el alumno percibe que forma parte de un proceso que tiene sentido y que alguien, al otro lado, está acompañando con atención.
Retos y límites de la tutoría en contextos digitales
Aunque la tutoría es una herramienta poderosa para mejorar la experiencia de aprendizaje online, no está exenta de retos.
¿Cuánto tiempo puede dedicar un tutor a cada alumno? ¿Cómo garantizar una atención de calidad sin desbordar al equipo? ¿Es viable ofrecer seguimiento personalizado cuando existen muchos usuarios?
Uno de los principales desafíos es la escalabilidad. Cuanto mayor es el volumen de alumnos, más difícil resulta mantener la cercanía y la personalización que caracterizan una buena tutoría. Muchos proyectos formativos se enfrentan al dilema de tener que elegir entre llegar a más personas o mantener la calidad del acompañamiento.
Aquí es donde entra en juego la necesidad de combinar la figura humana con recursos tecnológicos: automatizar lo que se pueda, para liberar tiempo y energías allí donde más falta hace.
Otro límite habitual es el desgaste del propio tutor. La tutoría online, cuando se hace bien, implica una carga emocional considerable: responder mensajes, animar, detectar problemas, mantener la motivación de otros… todo eso, durante semanas o meses, puede provocar fatiga si no se acompaña de espacios de apoyo, formación y cuidado del propio equipo tutor. Un tutor desbordado, sin herramientas ni respaldo, difícilmente podrá sostener a los alumnos.
También hay un límite estructural: no todo se puede resolver desde la tutoría. Si los contenidos no están bien diseñados, si la plataforma es confusa, si la comunicación institucional es fría o ausente, el tutor no podrá compensarlo todo.
A veces se espera que la tutoría arregle lo que no funciona en otras capas del curso, y eso no es realista. Para que la tutoría funcione, tiene que estar bien integrada, no ser un parche. Y para eso hace una apuesta clara por poner al alumno en el centro.
Conclusiones
La retención en la formación online no es cuestión de disciplina o ganas. Se trata de diseñar experiencias que no solo enseñen, sino que acompañen. Y aquí, la tutoría es clave.
Cuando un tutor se involucra, cuando orienta, personaliza y sostiene, el abandono deja de ser una estadística y se convierte en un alumno que, acompañado, mantiene el ritmo y acaba el curso.
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